Desde los
inicios de la bonanza en Venezuela, marcada y determinada por los ingresos
petroleros, las estructuras comunitarias fueron objeto de estudios con el
propósito de crearles mejores condiciones sociales y fomentar su desarrollo. No
cabe duda que el Estado estaba interesado en el fortalecimiento comunitario.
Pero, este fortalecimiento, a mi criterio, era pedido a “gritos” dado el
conocimiento del venezolano de la ingente cantidad de dinero que ingresaba a
las arcas del tesoro nacional. El gobierno estaba obligado a reducir los
problemas de las comunidades, a invertir en las infraestructuras, a atender sus
necesidades de servicios y vigorizar el aparato productivo que creara fuentes
de trabajo.
Las comunidades que han logrado reunir un
emporio empresarial hoy en día alumbran un buen camino, porque en ello se
involucran los ingresos propios, y la actividad económica permite la creación y
un dinamismo comercial sustentable, que trae consigo mejoras en la calidad de
vida. Solo que Venezuela está mal distribuida demográficamente y recargada en
los sectores de mayor auge económico. En consecuencia, tenemos el resto del
país con una débil acción del Estado, y comunidades que presentan un alto
índice de pobreza.
Sí podemos hablar de un desarrollo
comunitario en Venezuela, pero, que avanza a “pasos de morrocoy” y con
estaciones en su transitar.
Desde el punto de vista de pertenencia,
las comunidades presentan algunas fortalezas. El ser humano en su lucha por la supervivencia
puede generar recursos para fomentar el desarrollo de su comunidad, barrio o
sector.
Al mirar en mi entorno comunitario, las
organizaciones comunales, surgen por las necesidades de la propia comunidad.
Anclar instituciones y fundaciones ha permitido abrir ciertos caminos de
esperanzas. La creación de empresas y de sistemas de transportes, valorizan la
vida de quienes habitan la comunidad, pero, la cultura se desarrolla y
trasciende hasta donde los recursos alcancen. La cultura se debilita porque al
no alimentar a la comunidad o proveerla de las fuentes de trabajo la persona
humana emigra, y con ella, los saberes culturales o raíces. Para el Estado la
cultura ha sido tratada con solo discursos pletóricos de intenciones. Los
hechos no son lo que se ha predicado.
En definitiva, se intenta reorganizar a
las comunidades. En efecto, se han creado leyes para su gestión y promoción,
han llevado a cantidades significativas la construcción de escuelas, el nuevo
Estado que transita las actuales vías políticas, intenta aportar soluciones
sociales de producción, se crean redes sociales y fundaciones Estatales de
atención comunitaria para la autogestión y desarrollo de las mismas, se
pretende una igualdad de condiciones entre todos los integrantes de una
comunidad, pero, los esfuerzos se quedan a medias. Porque el discurso tiene
mayor carga proselitista que de voluntad y acciones efectivas. Y, entonces,
tenemos lo que estamos acostumbrados a ver al final del túnel: Una comunidad
que implora ayuda, que pide mayor seguridad, que la desborda el desempleo, que
sus vías colapsan, que sus sistemas de aducciones sanitarias no soportan el
crecimiento poblacional, y que los gobernantes se excusan de manejar
presupuestos para cubrir todas las necesidades. Ahora, aflora la pregunta ¿Qué
hay del país enriquecido por el petróleo?
En lo político a las comunidades se le ha
permitido participar, pero, solo para que elijan. El ejecutivo municipal ya no
maneja recursos para obras de envergadura. Lo que se traduce en un camino largo
en la espera de la aprobación de un proyecto. Proyecto este que debe ser
formulado por vías comunitarias, cuyos órganos organizativos (llámese Consejos
Comunales o Redes Sociales), no presentan una preparación pertinente para
atacar objetivamente la necesidad fundamental de una comunidad, ni para
administrar recursos económicos. La política partidista ha alienado estos
espacios que se han convertido en instrumentos de la ideología imperante en la
región.
Dar importancia a lo que sucede en
nuestras comunidades y atacar a tiempo las amenazas, promoviendo su
erradicación, las fortalece y permite desarrollarlas. Es válida una acción
individual, pero, que desencadene una grupal, colectiva e institucional a todos
los niveles, cuyo objetivo sea el progreso.
En
la actualidad, las comunidades han sido objeto de estudios sociológicos, según
el Estado, para procurar medidas y estructuras que le permitan su desarrollo
endógeno, vale decir desde adentro. Ello se ha patentado con la nueva Ley de
Consejos Comunales. En esta normativa se establecen los fundamentos para la
organización comunitaria, entre otras cosas.
Se destaca, entonces, que la comunidad se
inicia agrupándose colectivamente, uniendo esfuerzos para lograr metas en lo
económico, social, deportivo, cultural y salud. Puedo observar como en mi
comunidad los vecinos realizan acciones tendentes a la solución de aquellos
problemas que nos aquejan. Invitan al colectivo a participar en el Consejo
Comunal, realizan jornadas concientizadoras encaminadas a promover y
sensibilizarnos en tales problemáticas. Nos convocan a asambleas para dilucidar
temas sobre la seguridad vecinal, sobre la armonía comunal y sobre los aspectos
económicos que se proyectan conseguir o utilizar.
Todas estas características no son más
que, el sentido de comunidad que
impera en este territorio, determinado por las aspiraciones de un colectivo que
pretende poseer un mínimo de factores o agentes que puedan perturbar la paz, el
equilibrio social, el desarrollo normal de los servicios, que pongan en juego
la estabilidad familiar y la unión fraternal.
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