Como estás lejos con ganas de estar cerca. Y, anhelas saber de tu pequeño pueblo. Te cuento, hoy la tarde se recogió temprano, y la oscuridad se adueñó de la noche. Chivacoa es verano, pero a veces sorprende con un aguacero de estropicio. Entonces, la lluvia bendita se precipita formando una celosía y una melancolía de ojos aguarapados. El viejo samán está cansado. La calidez de la brisa ya no es la caricia que lo inspirara. El viejo samán está absorto y meditabundo, temeroso de las lloviznas que, ya les son pesadas, lo abaten y lo estremecen. Las hojas del viejo samán intentan abrirse en plena mañana, y se adormilan con una sonrisa exangüe al despedirse el día. La idea de tender mi cuerpo bajo su sombra, recostarlo cariñosamente a su tallo de anillos centenarios, y sorber su luz cenital que, en piruetas intenta avivarse, corre por mi mente a cada instante. La mítica montaña se arropó con un grueso manto de nubes. Seguro, extrañará la luz de la luna rielando su lomo. Hacen días el ave del destino gorjea antes de salir el sol, y los hilos de su hosco sonido aprietan de miedo el corazón. Entonces, con habilidad de cabestrero, amarro la esperanza con todas mis fuerzas al botalón de la vida. Hay una quietud pasmosa en la ciudad, Dios debe estar enojado, y con toda razón. Quizás, cuando vuelvas no encontrarás algunas caritas que dejaste; quizás cuando vuelvas, si es que decides volver, solo tendrás en tus manos viejos recuerdos o, a tus pies, el vacío inmenso del viejo samán. Como estás lejos con ganas de estar cerca, te cuento, Chivacoa está más bella… Por favor, no te la pierdas.
Por: Mairo Rangel
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